Historia de vida

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El día más feliz de mi vida. Septiembre de 1988, cuando terminé mi universidad y lista para prepararme y partir hacia Roma y luego Londres.

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Me dejé seducir por los conocimientos humanísticos, formándome en bachillerato de Filosofía y Letras, y quedé atrapada en el lobby de mi tejido neuronal de la perspicacia, entrando al mismo tiempo en Bellas Artes, estudiando arte dramático, el cual usé como arma para dejar mis temores fuertes de adolescente.

En la universidad estudié cinematografía y producción televisiva, ambas estaban relacionadas al teatro. Pertenecí a varios grupos teatrales, donde puse en práctica lo aprendido en drama y realmente pasé mis pruebas de mirar al público, sin desmayarme, como lo hacía en el liceo, cuando miraba a tantos ojos…, y eso me estremecía al sentirlas. “Casa de Trato’’, lugar tan especial con su espléndido anfitrión, fundador y escritor dominicano, Freddy Ginebra, adonde en esa casa, tuve la oportunidad de ponerme tantas veces en juego como actriz, y en otros teatros, como ‘’Bellas Artes y el Teatro Nacional’’ con el excelente director de teatro y declamador Prof. Sergio Uribe.

Estos fueron puntos muy trascendentales de mi vida. Ingresé además, al grupo teatral de la universidad dirigido por un excelente dramaturgo dominicano, Haffe Serrulle, quien fuera asimismo mi profesor en Bellas Artes, viví momentos extraordinarios en el grupo. Tuve la ocasión de trabajar como voluntaria en el largo metraje de la película dominicana “Un pasaje de Ida, de Agliberto Menendez” y la edición del montaje estuvo a cargo del cinesta dominicano Pericles Mejia, en Santo Domingo. Fue una experiencia maravillosa tejer el montanje junto a Pericles y aprender de él esa bella técnica en el  laboratorio y de ir seleccionando las mejores escenas con cortes, después de un largo rodaje, unirlas en secuencias y sentarse a disfrutarla durante el trabajo…, fue una sastifaccion única. Un día, estábamos todos los estudiantes en la práctica de la materia de guion en la universidad, con el Prof. Jimmy Sierra, muy buen profesor, cuando llegó un aviso de que necesitaban estudiantes para trabajar en una producción de cine italiano que estaba buscando personal en el área. ¿Quién piensan ustedes, que estaría en primera fila? Yo, por ¡supuesto! De mi grupo de promoción, asistí sola. Al final, entré a trabajar en la producción. Yo quería intuirme en la realidad práctica del cine en vivo, y manos a la obra entré en el reparto como asistente de vestuario. En las noches, después que terminábamos de rodar la película, salía a cenar con el grupo principal de la producción, y ahí conocí a mis futuros buenos amigos italianos Roberto Orrú y en especial, a un gran hermano-amigo Francisco Julius, norteamericano, quien residía en Roma permanentemente. Así, que esto me motivo más y más de enfocar todo mi atención para terminar mis estudios, ya que, el teatro y la universidad habían minado mi amor por estudiar en Europa, fogueada por nuestra cinemateca nacional de estudios por las grandes películas del cine europeo, y en especial los italianos.

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Nuestro profesor de semiología, Humberto Frías, gran intelectual dominicano, fuera de serie con su talento de sabiduría, fue una lumbrera…, creador de la Escuela de Cine en la universidad y sus grandes cátedras sobre esa Europa, llena de cultural, me inspiraron mucho más… No tenía la menor y pálida idea de cómo iba a llegar hasta el codiciado y aclamado continente milenario. Mente enfilada en el año y medio que me faltaba para llegar a la hora de mi graduación. Entregué mi tesis, me gradué y traspasando ese tiempo, volaba hacia Europa. Salí a Roma, ese mismo año del 1988, entraba en los cortiles, cúpulas y adoquines romanos en la mística ¡ciudad italiana!, aunque mi destino principal era Londres. Disfruté de un mes de vacaciones para conocer a Roma, un mundo asombroso de cultura antiquísima que había estudiado en libros y ahora la palpaba como un ramillete de flores perfumadas acariciándola entre mis manos, observándola, tocándola y respirándola en profundo silencio, frente al foro romano, y mirando hacia al cielo, evoque mi pensamiento…, — ¡aquí!, en este espacio, arropas a un lugar anhelado en el ¡tiempo!—… Bajé mi vista, sintiendo el frío y el pesor de sus columnas, que me portaba a otra extensión infinita de la Historia, de la que fue la capital del Imperio Romano, la ¡bella Roma! En el Palatino, me encontraba, lugar que soñaba pisar y conocer a los fundadores de Roma, los gemelos: Rómulo y Remo, amamantados por la Luperca, la loba.

Otras de las tantas cosas que quería pisar, de las que me llamaba mucho la atención de esa ciudad, eran las famosas ingeniera de los antiguos acueductos romanos que a mí, me parecía una hazaña el poder verla algún día, por las ramificaciones de regaderas de aguas a tantas plazas en estalles de fuentes por donde quiera, eso lo entendía, una maravillosa epopeya genial para su época. ¡Que riqueza tiene Europa realmente!, digna del mayor respeto, ¡gloriosa por su arte!…Allá viví los mejores años de mi vida. Donde me puse en juego en tantas facetas creativas únicas realmente. Pude realizar tantos eventos importantes y mover a los jóvenes en el arte y producir en mi país, una pequeña réplica de la cultura y lengua italiana de la tan amada Roma. ¡Gracias a la belleza! que conseguí sentir de cada lugar que viví y visité, las cuales, adornaron mi orgánica existencia de fusiones de memorias que ondean siempre de brillantes diamantes mi mente, eso no tiene precio y las llevaré conmigo por siempre como danzas de amor, donde mi túnica flor blanca, tocada de mágicos rubíes se inclina cada vez que pienso en esas hermosas ciudades y en especial, agradecer quiero a las extraordinarias personas que conocí y me acompañaron ennobleciendo por completo mi vida allá y fueron tantas…, en exclusivo, en Londres, Inglaterra, Roma y Parma, Italia. ¡Gratitudes…, siempre!

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Al llegar a Roma, para vivir, mi corazón se abrió a otros pórticos que desconocía hasta ese momento.